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Programa desintoxicante

1. La Escoba Metereta

Para enamorarse o comenzar un proceso desintoxicante no se requieren estados diferentes del ser: hace falta sentir la vida como una aventura y ejercerla con pasión. Es muy difícil curarse rápido y bien del más inocente de los resfríos si no se tienen verdaderas razones para hacerlo, si las ganas de vivir no dan como para desear estar lo más sano posible. 

En este sentido las enfermedades puede ser una oportunidad para producir cambios importantes en la vida: funcionan como límite ocasionando malestares y sensaciones de disconformidad. Nos obligan a buscar la manera de resolver las múltiples causas del malestar y suelen empujarnos a buscar ayuda. No son tan negativas entonces, tienen su costado esperanzador y así deberíamos considerarlas.

Pero esta situación que llamamos "enfermedad" sólo es capaz de producir verdaderos cambios cuando se adquiere conciencia de que no consiste en un endemoniado mal que viene desde afuera: somos nosotros los que estamos predominantemente sanos o enfermos. Tal como lo ha planteado la medicina china desde hace más de veinte siglos, el problema no reside en el indeseable visitante sino en quien le abre la puerta.


De manera que está en nosotros estar bien o mal preparados para acoger o rechazar las agresiones que provienen del exterior, cosa difícilmente alcanzable si  no logramos lo mismo con las que devienen de nuestro interior.

Es que todo malestar o enfermedad está originada en cierto desequilibrio entre el adentro y el afuera, entre el interior y el exterior. Es imposible lograr un grado importante de bienestar o salud sin reformular las relaciones internas/externas. Y es, justamente, un trabajo eficiente con nosotros mismos lo que puede inclinar la balanza hacia un estado en el cual podamos recibir la mañana con una sonrisa.

En este contexto se propone el programa desintoxicante.

Claro, no habría necesidad de proponerlo si no existiera una agresión tóxica de la importancia que los humanos y los otros vivientes de este planeta soportamos en la actualidad. No es fácil decirlo sin ponerse apocalíptico pero es cierto: vivimos en un ambiente cada día más degradado y enfermante.

La ecología no es una moda, es una toma de conciencia. Y el problema es vasto porque implica una suerte de conjura que el hombre diseña y ejecuta contra sí mismo con una asombrosa mezcla de frialdad, estupidez y orgullo. Disfrazar este homicidio culposo contra la vida consistente en envenenar el cielo, las aguas y la tierra en nombre del "avance tecnológico" hace pensar en una siniestra convergencia de locura y espíritu perverso. Está muy claro que mientras este planeta sea fundamentalmente un MERCADO, somos todos nosotros los que estamos expuestos a precio de oferta en los escaparates del tontísimo shopping que supimos conseguir.

 

Es cierto que no se puede modificar la entera realidad por medio de una dieta y una serie de ejercicios, pero al menos es necesario acusar recibo acerca de la magnitud que tienen estos problemas.

La polución del medio ambiente es parte de un proceso más vasto y del cual nadie está excluido: la sociedad humana segrega por acción u omisión instituciones poderosas que terminan cercenando el desarrollo potencial de cada ser humano en particular y de la sociedad en general. La historia de nuestra especie muestra con claridad que hacer buenos negocios, defender ideologías irracionales o eternizarse en el poder son actitudes contradictorias con la búsqueda del bien común. 

Para dar un simple ejemplo relacionado con este programa basta señalar que durante el último siglo se modificó de manera decisiva el proceso de transformación y adecuación de los alimentos. Comenzaron a obtenerse por refinación de los granos harinas despojadas de valor alimenticio y se introdujo el azúcar blanca.

Cada vez está más claro que estos supuestos avances que intentan "corregir" a la naturaleza son gigantescos errores que ponen en marcha una secuencia cuyo final puede investigarse en las arterias, el hígado o el cerebro de los damnificados. Pero esto poco importa a los dueños de la industria alimentaria mientras las ventas y su poder aumenten. Y como nadie protesta, también se han encargado de potenciar la toxicidad de lo que ofrecen con fertilizantes, conservadores, colorantes y aromatizadores.

   
Es increíble que pueda soportarse toda esta carga tóxica sin perecer instantáneamente, lo cual demuestra por el absurdo la calidad de los organismos vivos. Pero esta sobrecarga tan agresiva se paga inevitablemente a corto, mediano o largo plazo. No es posible hacerse ilusiones sobre el tema: los organismos vivos no son máquinas de procesar basura. Y lo mismo puede decirse acerca de la mayoría de los medicamentos de utilización prolongada: utilizados durante cierto tiempo casi todos son capaces de producir más daños que beneficios. 

Pero esto tampoco importa demasiado a sus fabricantes: ellos no están para ocuparse de nuestra salud sino, simplemente, para hacer negocios. No es difícil advertir que mientras estos problemas se planteen en términos de la relación entre mercachifles y consumidores, se hace imposible discutirlos a nivel estrictamente sanitario.

Entonces hay que decirlo con claridad: la alimentación actual y la vida sedentaria son pura toxina para los hombres de este tiempo.

Pero es una historia de larga data. Nos hemos pasado siglos tratando de diferenciarnos de los otros seres vivos para adquirir una supuesta importancia que todavía está por demostrarse. Y en ese camino de fuga hacia la aparente perfección de la especie hemos dejado de escuchar nuestra propia voz: la misma que susurra el viento y explica el canto de los pájaros.

 

Realmente no se puede ver en qué consiste "el negocio". Hemos creado las condiciones ideales para el desarrollo de cualquier enfermedad: un ambiente biológico deplorable y hábitos de vida enfermizos. Tal cual puede verificarse en la calle, escucharse en los hospitales o leerse en los diarios está muy claro que esta cultura ha logrado en una sola y fantástica operación destruir los cuerpos, atontar las mentes y envilecer los espíritus. De manera que "desintoxicarse" es bastante más que cambiar azúcar por frutas o toneladas de carne por lechuga y zanahoria. Para comprender esto es necesario producir una expansión de los conceptos de intoxicación y nutrición.

Es necesario formularse la siguiente pregunta: ¿ de qué nos estamos alimentando, qué es lo que nos está nutriendo ?

Está claro que los alimentos sólidos y líquidos que consumimos en nuestras comidas nos nutren, al igual que el aire que respiramos. Pero... ¿ es menos "alimento" el periódico que leemos, la música que escuchamos, el programa de televisión que vemos o los vínculos que desarrollamos ?

Como parte de un programa de limpieza sería bueno que cada uno revisara estos aspectos de la intoxicación cotidiana. El problema es de una profundidad tal que no es posible transformarlo en una simple cuestión de carnívoros versus vegetarianos sin arrebatarle lo esencial del cuestionamiento que puede inferirse si se lo plantea en términos parecidos a contestarse esta simple pregunta:

¿ Cómo estamos viviendo ? ¿ Qué hacemos para controlar la cantidad y calidad de los diversos nutrientes que nos alimentan ?

Podría decirse que el problema se reduce a investigar los términos de la relación entre lo que somos y lo que incorporamos. Cada elemento que incorporamos se vincula con nosotros y tiende a ser admitido o rechazado. Nuestro sistema defensivo debería estar alerta para expulsar cualquier cosa que pueda resultar dañina, pero desafortunadamente es mucho más fácil decirlo que hacerlo. Es justamente un largo proceso de embrutecimiento y bloqueo de las percepciones lo que dificulta aceptar con naturalidad lo que nos ayuda a vivir y rechazar lo que nos dificulta o impide hacerlo.

¿ INTOXICADO YO ?

Pues sí: el que esté libre de toxina que tire la primera piedra. Al igual que en cuanto al estado salud/enfermedad hay un constante desplazamiento de la relación intoxicado/desintoxicado, pero debido a las condiciones reales de existencia, es poco menos que imposible estar libre de toxinas. Por definición éstas consisten en venenos: substancias orgánicas o inorgánicas circulando por el organismo y luego depositadas en la intimidad de los tejidos, lo cual traba o neutraliza su funcionamiento normal.

Es cierto que nuestro organismo dispone de mecanismos para neutralizarlas y eliminarlas pero hasta cierto punto.  Este punto depende de la sobrecarga tóxica y de la condición general del organismo en cuestión. Pero más allá de esta frontera los sistemas de defensa, filtro y eliminación comienzan a funcionar como diseminadores de la intoxicación. En esta situación se encuentran especialmente los sistemas linfático, respiratorio, digestivo, renal y epidérmico (piel).


Ejemplos de toxina son los colorantes, conservadores y aromatizadores que utiliza la industria alimentaria. Pero también existe una amplia gama de substancias gaseosas, que por inhalación se comportan como tóxicos, tales como derivados de la actividad industrial o hidrocarburos productos de la combustión de los motores a explosión.

Estos son ejemplos de toxinas absolutas, perjudiciales aún en dosis mínimas. Pero también hay toxinas relativas, las que actúan por acumulación y sobrecarga. Los alimentos que contienen escasos elementos nutritivos se comportan de esta manera, ya que su utilización reiterada crea una situación de carencia nutricional. Es irónico pero cierto: se puede comer mucho, aumentar de peso y al mismo tiempo estar desnutrido

El hecho de alimentarse mal crea una situación de sostenida demanda por parte del organismo, el cual requiere de más alimento para solventar su déficit energético. Si uno le sigue dando más de lo mismo, simplemente engorda sin alimentarse. La dieta estándar en nuestro país (no "este país") tiene esa característica: demasiadas harinas refinadas (pan, pastas), grasas  formadoras de depósitos en la red vascular (aceites inadecuados, fritos), azúcar blanca (como edulcorante y dulces diversos) y proteínas animales (carne roja y pollos "inflacionados" con hormonas). Pocas verduras, frutas y cereales integrales.

Este modelo alimentario tiene desagradables consecuencias, entre las cuales pueden citarse las dos más importantes: propende a depositar toxinas y acúmulos grasos en los órganos que tienen una función desintoxicante (lo cual directamente los altera), y transforma al organismo en una especie de charca donde la energía y los fluidos ya no circulan con ligereza. 

Esto suele ser el comienzo de una serie de desgracias en cadena: el exceso de trabajo para digerir alimentos pesados y faltos de nutrientes auténticos (vitaminas, oligoelementos y minerales además de proteínas, lípidos y carbohidratos de buena calidad) se suma al esfuerzo para neutralizar a la multitud de toxinas que el mercado ofrece generosamente y origina un estado de "empastamiento" en los grandes sistemas funcionales. 

La vida sedentaria y la escasa felicidad-ambiente cierran el círculo que transforma un organismo fluido, movedizo y alegre en otro estancado, quieto y triste. Y es sabido que el agua estancada inexorablemente se pudre. A partir de aquí, la historia personal en franco complot con el presente eligen la línea de enfermedades "posibles" : una ingeniosa manera de llamar la atención para producir rectificaciones en el estilo de funcionamiento.

Ignorar estos avisos sólo sirve para profundizar la enfermedad básica en desarrollo, pero producir un cambio consistente en movilizar el encharcamiento para volver a fluir tiene consecuencias notablemente positivas en poco tiempo. Por suerte nuestro organismo no es tonto y sabe aprovechar las oportunidades que accedamos a darle para mejorar su funcionamiento global.

¿ QUÉ SE PRETENDE ?

Este programa tiene el objetivo de producir una mejoría importante y relativamente rápida del "ambiente biológico" en el cual transcurre nuestra existencia. 

Se basa en darle una chance a los sistemas fisiológicos involucrados en los procesos depurativos para que neutralicen y expulsen del organismo la mayor cantidad de toxinas depositadas en los tejidos. Esta oportunidad se consigue por un medio bastante sencillo que muchos animales conocen sin necesidad de estudios universitarios ni largos cuestionamientos al estilo de vida: ayuno y descanso.

 

La clave consiste en proporcionar un descanso profundo a los órganos, un aquietamiento de la actividad fisiológica habitual pero al mismo tiempo una fuerte estimulación sobre los sistemas eliminatorios. Lo cual se logra controlando los insumos y reduciendo el despliegue físico habitual. Esto puede sonar contradictorio con la denuncia anterior acerca de la vida sedentaria, pero más bien se refiere al vértigo y descontrol habituales que solemos ejercer en la vida cotidiana. Es cierto que aquí no se propone un ayuno absoluto (en esta opción sólo se ingieren bebidas para reponer líquidos y minerales) pero el ayuno relativo indicado más adelante es suficiente para lograr los objetivos propuestos.

La idea básica es alterar significativamente las reglas de juego para crear un espacio/tiempo muy alejado del habitual: en esta nueva aunque transitoria realidad la tranquilización de la fisiología transcurre al unísono con la de la conciencia.

   
Es necesario detener el vértigo para comenzar de nuevo.

Este método simple pero eficaz colabora para que el intestino grueso, las vías urinarias, la piel y los pulmones trabajen con mayor eficiencia que la normal y logren su objetivo desintoxicante de los órganos y fluidificante de los líquidos. Más allá de las palabras verán que esto realmente sucede: lo notarán en el olor, consistencia y color de las secreciones y excretas. Pero también este descanso verdaderamente profundo se nota en la conciencia ya que, a medida que van pasando los días, se experimenta una cierta paz , un adentramiento en el ser: una posibilidad de re-encuentro con lo que en realidad somos.

Puede parecer una exageración pero es lo que ocurre: este programa funciona como "revisión y ajuste de cuentas" con uno mismo.

Por otra parte, no hay dudas acerca de las ventajas que un experimento de esta naturaleza tiene para el tratamiento: cualquier intento terapéutico se encuentra notablemente dificultado cuando debe enfrentarse contra un factor constante de resistencia como el representado por la existencia de múltiples depósitos de toxinas. En el caso específico de la acupuntura debe señalarse que este operativo de limpieza se encuentra directamente vinculado con la rapidez y profundidad de la respuesta al tratamiento: no hay comparación posible en cuanto a lo que puede obtenerse con las agujas antes y después "de pasar la escoba".

NI TANTO,  NI TAN POCO

Es cierto que el programa es tan útil como una escoba para limpiar el organismo y tan "meterete" como para inmiscuirse en la intimidad de los tejidos. Pero no es tan fácil, ya que uno está apegado y "pegado" a sus costumbres.

Cambiarlas, aunque sea temporalmente, produce resistencias de todo tipo. La comida que se está acostumbrado a ingerir tiene o no valor dietético, pero también funciona como un sistema de seguridad y proporciona placer, para muchos el más importante y "seguro". 

El valor simbólico de los alimentos es tan alto que mucha gente accede a cambiar sus costumbres alimentarias y su existencia sedentaria pero a cambio de incorporar un sistema de pensamiento y creencias diferentes. No creo que comer ensaladas requiera de una transformación metafísica, pero en la práctica esto ocurre con demasiada frecuencia. Por esta razón es que, desafortunadamente, el naturismo y la macrobiótica impresionan como una suerte de sectas neurogastronómicas y sus defensores como predicadores.

No es el espíritu de esta propuesta, si bien es cierto que hay demasiadas cosas por cambiar y la más importante consiste en llevar una existencia destinada a ejercer creativamente la vitalidad, más que a perderla por la escasa calidad de los nutrientes de consumo habitual, incluidos los medios de comunicación y las conversaciones estúpidas.
 
Si hay un cierto espíritu de esfuerzo (aunque no de sacrificio) en todo este cambio es porque, sencillamente, hay que esforzarse para estar mejor. La deriva natural de las costumbres vigentes encamina en una dirección desafortunada, ése es el problema.
Y abandonar esta corriente para optar por un estilo de vida más saludable implica muchos cambios que no se pueden desconocer ni minimizar con palabras fáciles. Y tampoco es juego limpio reemplazarlos por discursos mesiánicos protagonizados por iluminados de salón.

En todo caso, detrás de cambios profundos siempre existe una modalidad de pensar y sentir los problemas humanos y quizás, hasta una filosofía.  Pero una cosa es reafirmar los valores de la vida oponiéndolos al siniestro carnaval de la muerte que con tanto entusiasmo parece predominar, y otra cosa es pretender una especie de pureza absoluta, atemporal y desarraigada. Por suerte los hombres no somos así, no hay peligro extremo de contaminarse con ideas que no saben respetar la realidad.

Por eso es peligroso suponer que uno quedará "cero kilómetro" después de pasarse la escoba por adentro. Pero se estará mucho mejor, esto también es cierto.

 

De manera que este programa no se presenta como una mágica panacea capaz de arreglar todo, pero sí como un método seguro y eficiente para mejorar el ambiente interno. Es bueno saber que puede repetirse cada vez que se sienta verdadera necesidad de volver a desintoxicarse, aunque lo razonable es ponerlo en práctica durante las estaciones de transición (primavera/otoño) o cuando se atraviese alguna crisis personal que implique cambios importantes en la vida.

CHAO Y SUERTE

Se verá que el programa contiene dos tipos de indicaciones: generales y dietéticas. Dentro de estas últimas se presentan tres opciones distintas que pueden elegirse con entera libertad salvo que alguna de ellas sea expresamente indicada.

Ignoro si he sido suficientemente claro para transmitir la idea de que los diversos tóxicos a los que estamos expuestos producen un bloqueo parcial de las actividades vitales instalándose en la intimidad de los tejidos. Esto implica una dificultad en la comunicación interna y externa y en eso consiste el sentido de la palabra, ya que bloquear significa "cortar toda clase de comunicación": ni más, ni menos. Pero también esta expresión se relaciona, de una manera extraña, con obsesión que significa "idea fija": sus raíces provienen de asediar o bloquear y más exactamente implica "sentarse enfrente".

¡ Las toxinas nos inmovilizan sentándose enfrente nuestro !

Es tan claro y revelador que espanta todas las dudas acerca del significado de la palabra.

En realidad, un operativo de limpieza consiste en una campaña de liberación personal, y no debería intentarse si no se desea tender hacia ese objetivo. De manera que no es un operativo que deba emprenderse como una especie de castigo, penitencia o privación dolorosa. Será costoso y difícil, pero no es aburrido ni intrascendente.

Es una aventura personal que provoca una importante remoción a nivel de las emociones, la fisiología de los órganos, la rígida estructura de carácter que supimos conseguir y hasta de las ideas que segregamos. Pero a medida que pasan los días se siente una rara alegría. Y también cierta agilidad y hasta levedad que no tiene tanta relación con la baja de peso sino con los nudos que se desatan, con las cinchas que aflojan la presión que nos encorseta.

Las toxinas dejan de sentarse enfrente y dan un paso al costado para que uno pueda moverse bastante más libre y menos atornillado que antes de esta barrida en gran escala. Si experimentan esa sensación es que el programa ha sido realmente exitoso: ¿qué más se puede pedir en tan poco tiempo?

Les deseo que puedan vivir con verdadera alegría esta aventura. Que se sientan fluir con mayor ligereza y disminuya la sensación de que uno carga el universo a sus espaldas.

Y especialmente les deseo que al terminar con este programa, no haya nada indeseable sentado delante de ustedes.



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