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La Clonación de Idiotas I

¿En qué ha devenido la especie "fabricada" por el poder hegemónico?

 

El título de esta sección, algo despiadado, tiene que ver con una convicción.

Y ésta es que el proceso de gestación y desarrollo de la civilización que habitamos ha requerido la masificación de la idiotez. Y que su nivel de profundidad y replicación hubieran sido imposibles de no haber encontrado una forma fácil de producirla en serie, en un verdadero proceso de clonación. Idiotas casi iguales entre sí, como salidos de una cadena de montaje.

Desde el comienzo algunas aclaraciones.

Una es que aquí se describirán los resultados de semejante proceso ligados a la historia y presente de la civilización hegemónica. O sea: a la de los llamados “países centrales”, los que fundaron la civilización occidental asentada en Europa y Estados Unidos. Lo cual no exime a variados responsables en otros lugares del planeta, especialmente a los que asumieron a ésa civilización como propia, ya sea que fueran colonizados o subyugados. Y tampoco a las culturas que hayan generado parecidos mecanismos, independientemente del mencionado Occidente.

Es muy probable que el origen de los sistemas políticos y económicos que nacieron en los “países centrales” y en los últimos siglos se expandieronal resto del planeta, habitualmente a sangre y fuego, hunda sus raíces en el Patriarcado. Es muy probable, también, que ésta cultura, ésta manera de concebir la vida y ordenarla de manera autoritaria (y al mismo tiempo banal, vacía) sea el padre y la madre de casi todas las desgracias y la infelicidad humana. Al menos es la hipótesis de esta sección del blog, que será expuesta a lo largo de varios artículos. Si tales suposiciones fueran correctas, deberíamos pensar que este proceso ya lleva entre 5000 y 10000 años.  Acompaña y dirige una parte de la historia humana, pero no toda. Justamente, parte importante de la idiotez consiste en creer que “las cosas siempre fueron así”, como si el humano hubiera nacido ayer y tuviera una sola posibilidad ya determinada, en el marco de una vida sin opciones.

Aquí se invita a leer la sección haciendo uso de la imaginación, un rasgo muy humano también. Es necesario “elevarse” un poco respecto del tiempo histórico que nos ha tocado vivir para comprender más y mejor porqué razón somos como somos ahora. La historia humana es larga y vasta, de manera que no podemos quedarnos clavados en los últimos cientos o miles de años como si antes no hubiera pasado nada. La escritura, hasta donde sabemos, no tiene más de cuatro o cinco mil años. Pero la antropología cultural ha logrado “escavar” y comprender un poco más la diversa historia que tenemos, bastante más. Ésa ventaja será utilizada.

Un punto de partida sólido es asegurar que el devenir de los diversos sistemas de existencia desarrollados a lo largo de la historia humana son, en todos los casos, procesos culturales no determinados por la biología. Procesos culturales extraordinariamente influidos por las circunstancias del medio ambiente. Siempre que algún sistema de poder intenta perpetuarse defenderá la idea de que somos como somos por razones biológicas: para ésta pobre explicación de la vida y nuestro destino, todo está escrito en los genes y somos absolutamente predeterminados. Hasta la pasión por el fútbol o la Coca-Cola está signada por el ADN, pero especialmente la “necesidad” de aceptar mansamente que “todo está en orden”. Así las cosas están en su lugar, no hay nada que cuestionarse y la libertad y la felicidad son sueños de ilusos, tonterías sostenidas por utopistas ingenuos y estúpidos.

Hay una frase repulsiva a los efectos y de mucho uso por aquí: “Es lo que hay”.

Así que los desarrollos de la Clonación de Idiotas se referirán pura y exclusivamente, al tipo de humano que gestó el patriarcado y sus desarrollos modernos como el capitalismo, ya sea “liberal” o “de estado” y sus profundizaciones  actuales como el  neo-liberalismo. Hay que advertir que antes del capitalismo hubo otros sistemas dentro de la misma civilización, como el mercantil o el feudal, pero las diferencias son irrelevantes a la hora de analizar estilos de vida y consecuencias. En realidad, en ésta civilización, no ha pasado nada trascendente durante los últimos miles de años si vamos a lo profundo de la cuestión: el carácter social medio de los hombres no ha cambiado demasiado, y su remota posibilidad de ser sanos y felices, tampoco.

Está claro que la expansión de esta forma de “vida”, habitualmente lograda por métodos criminales, logró alterar otros estilos de existir (más “humanos”) o coincidió con otros desarrollos patriarcales menos exitosos, a los que aniquiló o integró.

Y también es bueno aclarar, de entrada, que vistas las cosas así, nadie se salva: en mayor o menor medida todos somos idiotas y no hay nadie que pueda tirar la primera piedra de la excepción. Solo podría discutirse, quizás, el rango de idiotez.

Pero especialmente es importante decir que ésta no es una hipótesis nihilista, el objetivo no es demostrar que “está todo podrido y no hay nada que hacer”. Al contrario: ¡está todo por hacer si conservamos el fuego sagrado de la vida y no hemos pasado a la categoría de resignados! El asunto es intentar comprender el por qué somos como somos y actuamos como actuamos. Si logramos un diagnóstico correcto, y aunque esto no sea garantía de nada, estaremos más cerca de algún cambio trascendente en dirección a una existencia más justa y feliz. Porque ¿para qué la vida, sino?

 

¿De qué idiotez se habla?

Hay dos localizaciones de la idiotez: una es la de la especie, enarbolada y puesta en escena por los sectores dirigentes de la civilización dominante. Otra es la de las concretas sociedades e individuos contenidos en ése proyecto y con alcance, no sólo al interior de las regiones dominantes, sino también a lo largo y ancho del planeta donde haya logrado ser hegemónica.

La auto-denominada Civilización se ha transformado en una fábrica de clonar idiotas. Uno a uno hemos sido diseñados en un tablero invisible, uno a uno hemos sido construidos para cumplir un destino mediocre e inexorable, a veces siniestro. Se nos ha hecho creer desde niños en valores falsos o simplemente inexistentes: la obligatoria sumisión a la “Autoridad”, la inevitable inseguridad del Ser, la negación casi absoluta de Libertad, la Solidaridad como ideal irrealizable, la nostalgia de un Paraíso inexistente, el necesario deber-ser marcado a fuego como ideal obsesivo y la fantástica mentira de la Redención por el Dolor.

Mientras tanto se ha alentado la traición y la mentira. Y se ha vendido supuesta Trascendencia por monedas.

A fuerza de mentir hipócritamente se nos ha convencido de que ésa burda parodia de vida que ofrece el patriarcado (“El Sistema”) es la única posibilidad. Y, aunque no se lo reconozca, toda esta crueldad manejada sin el menor escrúpulo ha desvalorizado la imagen que el hombre tiene de sí mismo. Porque todo esto puede ser así como es y funciona si se reconoce que el hombre es una verdadera e insignificante basura. Solo así las cosas cierran y se vuelven medianamente transparentes.

Supongamos que estamos a bordo de un barco lanzado a gran velocidad por el cauce de un río  que desemboca en una cascada. En su finalsólo hay rocas que harán añicos alaembarcación y sus ocupantes. La tripulación es la especie humana y todas las formas vivientes del planeta Tierra, pero el barco ha devenido en una especie de anti-barca de Noé.

Los conductores del barco dicen que no hay otra conducta ni proyecto posible como no sea seguir el mismo rumbo. Sin embargo, el río tiene afluentes y remansos en los cuáles perfectamente podría hacerse un alto en la navegación para replantearse el rumbo.

Pero es inútil: los conductores juegan burdas triquiñuelas para seguir en el poder y ganar más privilegios (lo cual parece consolarlos por su infelicidad), mientras los tripulantes y los pasajeros, igualmente infelices, no hacen nada diferente a obedecer órdenes y estar sumisamente sentados, sin oponerse a las indicaciones suicidas de sus autoridades. Se divierten con espejitos de colores generosamente distribuidos por “la superioridad” mientras gimen de hambre, sufrimiento edulcorado o deliran con algún Paraíso. Algunos vomitan en los baños o se niegan a salir del camarote.

En las bodegas están encerrados plantas y animales, ya que su destino ha sido decidido por los “seres superiores de la creación” y sólo están para servir las necesidades humanas. En algunos lugares del barco los tripulantes y pasajeros pueden elegir a sus autoridades cada tres, cuatro o seis años, pero después deben callar y asentir. En otros rincones de la misma embarcación ni siquiera eso: las autoridades se eligen solas a fuerza de golpes y patadas: allí ni siquiera es permitido hablar de “ésas cosas”. Cuando este último sistema se convierte en el primero hay grandes festejos populares suponiendo que la felicidad es dentro de media hora. Ignoran que quienes en realidad detentan el poder van a impedir cualquier modificación importante de las reglas de juego, sea como sea. Por ejemplo: volviendo sin escrúpulos a la peor de las dictaduras, ¡muchas veces en nombre de la Democracia!

Bueno, dirá alguien que observe este panorama desde un lugar donde realmente pueda observarse, ¿pero cuál es la razón por la cual tripulantes y pasajeros no hacen un motín a bordo, tiran a los jefes por la borda, y deciden enderezar el rumbo del barco antes que sea demasiado tarde?

La explicación es sencilla pero terrible: los tripulantes y los pasajeros están mayoritariamente de acuerdo con los jefes. Y éste ha sido el trabajo maestro de la “civilización humana”: clonar idiotas a diestra y siniestra manipulando las emociones humanas, típicas de los mamíferos. Todo lo que siga intentará demostrar cómo las instituciones humanas fundamentales se han acoplado a este proyecto destructivo para la misma especie humana y el resto de los organismos vivos de nuestro hogar: el Planeta Tierra.

Queda un “pequeño” tema por discutir. Si se aceptan la decadencia y degradación de la especie humana en los días que corren -aunque esta historia sea bastante antigua- habrá dos posturas: puede aceptarse que esta degeneración suicida es inherente a la propia naturaleza humana surgiendo desde la profundidad de su biología (y siempre habrá algún neo-darwiniano, genetista o cierto partidario del “instinto de muerte” a mano para demostrarlo) o por el contrario se sostendrá que el origen de tal enfermedad es de índole cultural y hace a una modalidad de desarrollo humano que no es la única posible. Desde aquí se vota por la esperanza. O sea: se sostiene que la situación actual no hunde sus raíces en la biología, lo cual la tornaría inmodificable y determinada, sino en la historia. Y que los procesos culturales son protagónicos para entender el proyecto de humano todavía vigente. Por lo tanto, es difícil pero no imposible cambiar el rumbo de esta navegación que nos ha tocado vivir a fin de evitar la profundización de la catástrofe queya está instalada entre nosotros, nos guste o no.

Bienvenidos a bordo.

 

¿Qué vamos a decir aquí? (Catarata de cuestiones)

A pesar de todo lo que sigue a continuación, hay esperanzas. ¿Pero cómo defenderlas y transformarlas en realidad si no conocemos ni aceptamos la cruda realidad?

Advertencia: los desarrollos de la Clonación de Idiotas se refieren, específicamente, al tipo de humano que gestó el patriarcado y sus desarrollos modernos como el capitalismo, ya sea “liberal” o “de estado”. Y a sus profundizaciones actuales como el  neo-liberalismo. 

  1. Que nuestra civilización es un verdadero proceso de clonación de idiotas. Y que hasta donde sabemos, las cosas vienen así durante los últimos diez mil años.

  2. Que nacemos en La Trampa, una prisión acorazada donde recibimos desde antes del nacimiento oficial (la fecha burocrática es nueve meses tardía) un adiestramiento específico para la idiotez inscripto en sólidos programas instalados en el cerebro.

  3. Que imitamos a Fausto en su pacto con el Diablo, aunque con muchísimo menos talento, para renunciar a nuestra potencial vitalidad y expansión a cambio de seguridad, dependencia y mediocridad.

  4. Que nuestra compensación para calmar el resentimiento que naturalmente sentimos, consiste en el permiso para destruir sádicamente cualquier esbozo de vida que podamos afectar. Una aberración legitimada por el pacto sagrado y traducida en guerras tribales y devastación de la vida.

  5. Que nuestra soberbia no tiene límites y que no somos tan inteligentes como creemos: apenas hemos demostrado una especie de inteligencia cortita, apta para fabricar tecnología cuyos aparatos nos condicionan y dominan cada vez más. ¿Es de inteligentes carecer de sabiduría? ¿Es inteligente el ejemplar de una especie que se queda mirando una ola gigantesca del tsunami lista para la foto, mientras el resto de los animales “salvajes” ha huido mucho antes?

  6. Que nuestra inseguridad básica (la misma que nos lleva a suscribir el maldito pacto), no nos permite sentirnos parte de la naturaleza sino un rival, algo que “hay que vencer”. De hecho, hemos desarrollado nuestra cultura enteramente contra la naturaleza viva de la que somos parte. Y construido monstruosas ciudades-melanoma contra la vida.

  7. Que en esta loca carrera para escapar de nosotros mismos y evitar hacernos cargo de nuestras verdaderas posibilidades, hemos perdido el contacto con el núcleo más profundo de la existencia. Somos animales fracasados, incapaces de olfatear el peligro a tiempo para huir, guarecernos y volver con la mejor solución.

  8. Que nos creemos más de lo que somos. El muro de contención que fabricamos para no ver las cosas como son, nos impide darnos cuenta que en la vida no hay seres más importantes que otros. O, en todo caso, depende del criterio para juzgar la hipotética importancia. Ejemplo: el conjunto de las “simples bacterias” es decisivo para mantener condiciones aptas para la vida en Gaia, pero nosotros no. Estamos enfermos de antropocentrismo injustificable.

  9. Que cuando falla el Sistema de Control Central instalado en el cerebro y asoman disidentes y revoltosos, aparece La Mafia para “mantener el Orden” sea como sea.

  10. Que somos simples perritos de Pavlov levemente modificados: segregamos jugos digestivos y nos movemos hacia la comida cuando suena la campana. Y nuestro centro de la recompensa se activa cuando nos sentimos seguros con poca cosa (algunas bolitas de variado color son suficientes para satisfacernos), gracias al sistema Fausto-Pavlov-Don Corleone.

  11. Que hay una neurofisiología de la idiotez y la esclavitud, la cual hace impensable la utópica “sociedad de hombres libres”.

  12. Que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen hasta que demuestren lo contrario. O más bien: que los gobernantes responden al promedio estadístico del carácter social medio. No son estafadores ni mentirosos (¡aunque puedan ser ambas cosas!), sino profundamente representativos de la sociedad: Hitler y Bush, entre otros, ganaron por elecciones.

  13. Que las mediocres democracias que conocemos son ideales para “salvar las apariencias”, con su juego mentiroso de votar y luego delegar el poder: los políticos gobiernan y las masas se lavan las manos pero quedan conformes con su conciencia metiendo un sobre en una urna cada tanto. Técnicamente, ésta forma de no hacerse cargo es denominada “democracia representativa”, la mejor manera de seguir haciendo excelentes negocios.

  14. Que los derechos humanos son una utopía inalcanzable en las actuales condiciones: pura letra muerta para escribir leyes inaplicables.

  15. Que los primeros vínculos (primeros y primarios) nos programan casi enteramente durante los primeros tres, cuatro o cinco años. La voracidad materna se come a los chicos con la excusa de la protección y los hace dependientes para siempre. Los padres “concientes y responsables” colaboran con entusiasmo para seguir clonando idiotas porque son iguales y piensan y quieren lo mismo (tuvieron madre y padre idénticos).

  16. Que el sello distintivo de la especie humana respecto del “medio ambiente” es la increíble voracidad para comerse todo lo que encuentra a su paso. Estamos repitiendo a los dinosaurios (que por algo nos atraen tanto) y posiblemente terminemos igual. Pese a las diferencias cerebrales, somos tan idiotas como ellos.

  17. Que es inevitable una contra-ofensiva de Gaia, lo cual incluye a la biosfera. No sería raro que una gran variedad de organismos vivos desarrollen, activen o propaguen enfermedades para terminar con nosotros. Y para eso no necesitan asambleas, como ironizó otro idiota para criticar la teoría de Lovelock confundiendo los sistemas autorregulados y sus mecanismos de retroalimentación con dinámicas parlamentarias y objetivos concientes (teleológicos). ¡Somos tan antropocéntricos que solo concebimos el desarrollo de las cosas de acuerdo, exclusivamente, a nuestra experiencia!

  18. Que tenemos un cerebro maravilloso pero lo usamos de una manera mediocre y perversa. Prever para evitar un desastre es una de sus capacidades, pero sólo ha sido utilizado por algunos en micro-experiencias. Por ejemplo: no volver a construir viviendas en terrenos que se inundan. Pero en lo macro nos hemos comportado como verdaderos idiotas arruinando a Gaia, la casa donde vivimos y que compartimos con todos los vivientes.

  19. Que en realidad Gaia, el planeta Tierra, seguirá existiendo aunque sin nosotros. Y, como supone Lovelock,  posiblemente respire aliviada por la terminación de ésta mala experiencia (nosotros). Es triste reconocerlo, pero Nietzsche tenía razón: los humanos somos un tumor canceroso en la corteza del planeta.

  20. Que somos tan vanidosos como para suponer que las buenas causas, así como los actos y sentimientos honorables son “humanos”. Por ejemplo: un animal puede tener una mirada “humana” y realizar nobles actos “humanitarios”. ¡Somos increíblemente patéticos!

  21. Que no hay correspondencia entre nuestro cerebro utilitario, la racionalidad y las emociones bien puestas. A nivel de manipular la realidad donde vivimos somos excelentes para usar el cerebro, pero esto es apenas un aspecto de la racionalidad, sólo uno. Lástima que al mismo tiempo padecemos un increíble subdesarrollo emocional, de manera que la combinación de ambas cosas nos transforma en seres altamente peligrosos para la vida, en verdaderos asesinos seriales.

  22. Que parte de esta tragedia se explica por nuestra oposición a la naturaleza, en lugar de estar orgullosos de ser parte de ella. Teilhard de Chardin lo expresó admirablemente cuando dijo que creemos ser una estatua apoyada sobre un pedestal, cuando en realidad somos una flor que emerge de la tierra.

  23. Que Oriente y Occidente comparten el  mismo proyecto auto-destructivo, al igual que gobiernos de ideologías aparentemente distintas y enfrentadas. Basta ver las características de la sociedad donde reside el poder político y económico para convencerse de que la idiotez no tiene remedio. Y que la voracidad se transforma en concreta obesidad y estupidez masivas.

  24. Que la salud, la educación y los medios de comunicación masiva son bastante más que cómplices: participan activamente y con todo éxito del proceso de clonación de idiotas. Y claro que hay excepciones, pero fracasaron. Como fracasaron Jesucristo, Buda, Mahoma, Marx y Ghandi.

  25. Que es necesario distinguir el contacto amoroso y la religiosidad natural, la del asombro por la belleza del universo (sentimiento oceánico), de sus perturbadas, sádicas y enfermas manifestaciones institucionales. Una de las peores experiencias cancerosas de la humanidad son sus tres religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo.

  26. Que hay una diferencia abismal entre información, conocimiento y sabiduría. Cada vez tenemos más información, menos conocimiento y nada de sabiduría. Sin embargo, poseemos la información y los conocimientos necesarios para imitar la simple sabiduría de la vida, de la cual somos parte. Pero nuestra rígida coraza emocional nos impide ser sabios, de manera que usamos la información para desarrollar conocimiento inútil y peligroso.

  27. Que no se trata de refugiarnos en los polos para “salvar la civilización”. ¡Aquí no hay mucho que salvar, más bien tendríamos una segunda oportunidad para crear otra cultura, otra civilización mejor que ésta!

  28. Que hay conocimientos valiosos para ayudarnos a salir del conflicto, pero no los usamos. Es más: podemos quemar en una pira a quienes los desarrollaron, acusándolos de ser los peores demonios. Es el caso, entre otros, de Wilhelm Reich y su genial descubrimiento de la energía orgón (que casi nadie conoce y no es casual). O de Lovelock, que es visto como un místico peligroso. O de su compañera de equipo en la formulación de Gaia: la brillante bióloga Lynn Margulis, perseguida por los fundamentalistas que gobiernan a los Estados Unidos.

  29. Que no reconocemos lo que sí han aceptado de manera intuitiva y natural los mejores exponentes de la especie: que la vida es un consorcio. Este simple hallazgo es la piedra angular de los trabajos de Lynn Margulis, quien advirtió que las bacterias son las protagonistas de la vida en Gaia. Ellas “crearon” una atmósfera apta para la vida y se acoplaron simbióticamente para originar la riqueza de los seres pluricelulares. Pero no se fueron de éstos: son organelas productoras de energía en la célula eucariota, la más desarrollada, en forma de mitocondrias y cloroplastos. Y continúan prestando servicios que no tienen ningún agradecimiento: nos componen en un 10% de nuestra materia y son esenciales para nuestra subsistencia. El 80% del tiempo que lleva la vida en Gaia fue habitado sólo por bacterias, quienes usaron ése tiempo creativamente desarrollando las otras formas de vida por endosimbiosis. Sólo nuestra reconocida ignorancia hace que las definamos como peligrosas y agresivas (¡lo que sí somos nosotros, justamente!).

  30. Que la forma de percibir a los eventos naturales que tienen los habitantes de las ciudades, especialmente las grandes, es una increíble e insuperable demostración de estupidez masiva. La lluvia y el tiempo fresco, por ejemplo, concitan unánimes demostraciones de disgusto en el homo urbanus. No les importa que haya sequía en el campo, ¡del cual se alimentan! O que el calentamiento global amenace con freírnos en seco y el agua que cae del cielo limpie un poco la espantosa basura tóxica de las ciudades más contaminadas: para ellos el problema es que no se pueden tostar para histeriquear mejor ¡y que la lluvia les moja la ropa! (Si creen que exagero pregunten por ahí).

  31. Que para el homo urbanus, la Naturaleza es un spot publicitario o un decorado de plástico que bien podría reemplazarse por imágenes “realistas” generadas desde un aparato. Algo chiquito y apto para balcones de departamentos, una cosa que se puede jivarizar en un proceso de miniaturización como el de las plantas que se reproducen en versión enana (bonsái). Es más: ¡hay zoológicos modernos con parlantes estratégicamente ubicados que reproducen el canto de los pájaros!

  32. Que el proceso canceroso que ha originado a las grandes ciudades también ha hecho metástasis en las concepciones y terminología básica de la cultura. Por ejemplo: el agente activo de la vida civilizada, con sus deberes y derechos, es el ciudadano. O sea: el habitante de la ciudad. Por lo tanto, el homo ruralis queda excluido del sistema, es un bárbaro que no entra en clasificaciones “civilizadas”. Y tan increíble como esto es que se  acepte con tanta naturalidad la definición en el habla común. Margulis cuenta que un amigo le mostró imágenes de un melanoma junto a fotos aéreas de grandes urbes con su habitual periferia desertificada: ¡las imágenes eran casi idénticas!

  33. Que el homo urbanus, apartado de la naturaleza y sumido cada vez más en ambientes artificiales (exceso de calefacción o aire frío) y con sus defensas naturales reemplazadas por medicamentos mal recetados y nutrición inadecuada, es presa fácil de enfermedades degenerativas y envejecimiento precoz y acelerado, la gran epidemia de estos tiempos. Y es inútil fundamentar la decisiva importancia de la fiebre o hipertermia, mecanismo que ha mantenido vivos a los mamíferos durante millones y millones de años gracias a su capacidad para incinerar microorganismos agresivos y activar el sistema defensivo: la gente va a seguir tomando antipiréticos para evitar sentir que la naturaleza bulle dentro, que uno está vivo.

  34. Que la concepción médica predominante supone que una persona es un mecano pegado con moco biológico, que las partes son reemplazables y así todo sigue bien. Es coherente: una medicina sin alma es perfecta para tratar gente que tampoco la tiene.

  35. Que la sociedad cree, ingenuamente, que vivimos en un proceso de constante crecimiento y mejoría. Que “los avances de la ciencia” son indiscutibles, que la ley del “eterno progreso” es una verdad incuestionable. Si alguna gente valiosa tenía honestas dudas acerca del tema, la emergencia climática y sus atroces consecuencias (cada vez más divulgadas) está empezando a pulverizar esa creencia casi religiosa en el poder de la ciencia y la técnica para encontrar solución a todos los problemas.

  36. Que la ciencia y los científicos se maneja con los mismos criterios de poder que el sistema político-económico y está subordinada a éstos. Es muy revelador lo que cuenta Lovelock al respecto: dice que los climatólogos que conoce están de acuerdo con su pronóstico acerca de lo que nos espera en corto plazo, pero que se callan porque perderían inmediatamente su trabajo: ¡la probable extinción de la especie humana es menos importante que la estabilidad laboral! Sin duda, es otro ejemplo de idiotez, ahora combinada con extrema cobardía.

  37. Que en términos macro, el objetivo de la medicina es adaptar a la gente al sistema de creencias del poder de turno, cualquiera sea. No importa si se trata de derecha, izquierda o centro (denominaciones antiguas y sin vigencia): la medicina participa del poder por su actividad ligada a un tema demasiado importante para cualquiera. Es una cuestión de vida o muerte, sin metáforas. Éso le da un prestigio y un poder notables, que utiliza sin miramientos para amedrentar, disciplinar y castigar. De hecho y en la vida real, está manejada por una mafia académico-industrial que se cansa de ganar dinero y amaestrar a la sociedad.

  38. Que el objetivo real de la educación es preparar y ubicar a los “educandos” en el mercado laboral con absolutas y descaradas discriminaciones de clase. No es cierto que se trate de una actividad diseñada para el desarrollo y crecimiento de las personas, salvo en el caso de los hijos de los ricos destinados a sucederlos en la administración del poder. Pero como la vida es un consorcio, tampoco quienes detentan el poder son felices. Ésta es, básicamente, una civilización de infelices y mediocres. Y cuando surgen médicos o educadores revolucionarios con lucidez y talento, no hay problemas: la sociedad misma o Don Corleone se encargan de ponerlos en su lugar (una fosa, la cárcel, la exclusión o el manicomio), habrase visto.

  39. Que los “medios de comunicación” son otra mentira escandalosa que el sistema maneja para seguir clonando idiotas sin oposición. “Median” entre la realidad y los espectadores, “comunicando”… ¡en una sola dirección! Y todo el tiempo hacen propaganda política o publicidad, que es más-o-menos lo mismo. A veces, incluso,  pueden inventar las noticias o distorsionarlas groseramente, porque lo único que importa es vender. Pero lo importante es que son expertos en mentir con la verdad, puro alimento de primera para idiotas.

  40. Que se puede trabajar con el clima, aunque parezca un poco loco, para disminuir la sequía y tal vez, para “refrescar” al planeta retardando el calentamiento. O sea: evitando los peores daños a corto y mediano plazo. Claro que esto implicaría, si funciona, la necesidad de reformular el proceso de clonación de idiotas (civilización). Y esto es, definitivamente, lo más difícil. Así como están dadas las cosas, lo más probable es la repetición de la misma y devastadora locura humana. Pero, ¿por qué no intentarlo? ¿Cómo quedarse con la duda y dejar que las cosas sigan su curso? Margulis tiene razón: la vida no va a desaparecer de Gaia, sólo nosotros. Y no somos tan importantes, después de todo. Y encima somos un cáncer, de manera que tal vez sea mejor. ¿Podremos aprender la lección y mejorar? ¿Aprenderemos a ser buenos animales? 

  41. Es necesario desarrollar una buena y profunda explicación acerca de la vigencia que tiene el cerebro reptiliano (complejo R) en la estructura y conducta del hombre actual, el que somos y conocemos. Muchas veces parece que fuera el verdadero protagonista de esta historia.

 

Carlos Inza            
Buenos Aires, julio del 2014

 

 

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