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Programa Azul

9. Nutrición

¿Es necesario tener una dieta muy estricta para alimentarse bien?

No, pero sí es necesario saber combinar bien los alimentos y nutrirse de acuerdo a la necesidad real de energía según las etapas y las actividades de la vida. Esto es mejor que castigarse con dietas salvajes o suponer que cualquier combustible que se agregue a “la máquina” será bueno si ésta no protesta ostensiblemente.

De cualquier manera, el Programa Azul comienza con una desintoxicación, con un operativo de limpieza que logra, en pocos días, mejorar significativamente la ecología interna. Se llama La Escoba Metereta y consiste en una serie de indicaciones generales y la elección de una dieta entre tres posibles. La primera es de vertiente naturista al estilo vegetariano y consiste en frutas y verduras, tanto crudas como cocidas (doce días). La segunda deviene del aporte macrobiótico: arroz integral en caldo de verdad y pan integral (diez días). La tercera es una dieta que bien podría ser la estándar o habitual: aporta cereales integrales, frutas, verduras y algo de lácteos (nueve días). Puede elegirse cualquiera de las tres y no requiere de consulta previa, simplemente se elige de acuerdo a gusto o necesidad.

Lo que sigue después de la Escoba, es una transición y la elección de un estilo más sano que el habitual, donde el factor principal es el arte de la combinación de alimentos (trofología) y el secundario el ritmo alimentario, la forma de elegir la disposición de los alimentos a lo largo del día. Ésa es la razón por la cual en este programa se suministran tablas de correspondencia o compatibilidad entre ellos y la información necesaria para optar entre variados estilos, pero no se indican dietas específicas o menúes detallados, salvo la desintoxicación del comienzo. La necesidad de aprender a combinar bien los nutrientes, queda bien expresada por esta cita del siglo XIV:

“La comida y la bebida son necesarias para nutrir la vida.  Pero si se ignora que las naturalezas de las diversas sustancias pueden ser opuestas entre sí, y se las consume juntas indiscriminadamente, los órganos vitales pierden su armonía y no tardan en presentarse desastrosas consecuencias.  Por consiguiente, quienes deseen nutrir sus vidas deben evitar cuidadosamente infligirse este perjuicio.”                       

                 (Chia Ming, El conocimiento esencial para comer y beber, 1368)

 

“El principio fundamental de la nutrición es mantener el equilibrio entre los aspectos Yin y los aspectos Yang y se aplica armonizando las cuatro energías y los cinco sabores de los alimentos. Es bueno aclarar que, para aplicar esta concepción,  no es necesario incorporar alimentos exóticos ni conseguir algún té de cuerno de cabra tibetana obtenido a la luz de la luna, aunque la aventura de conseguirlo en vivo sea apasionante. Debe trabajarse sobre el equilibrio de los alimentos de obtención y consumo local, ya que se trata de rearmar un esquema nutricional con lo que tenemos a mano y podamos conseguir con facilidad, incluso fuera de nuestra casa.

Las Cuatro Energías de los alimentos son calor, tibieza, frescor y frío.  Estas categorías definen la naturaleza y la intensidad de la energía que se libera en el organismo humano al ser digerida la comida.  Los alimentos calientes y tibios corresponden a Yang; los frescos y los fríos corresponden a Yin.  Los primeros son estimulantes y generan calor, mientras que los segundos son calmantes y refrescan los órganos.

Los Cinco Sabores constituyen una distinción más sutil, basada en las Cinco Actividades Elementales: dulce (tierra), amargo (fuego), agrio (madera), picante (metal) y salado (agua).  Cada uno de los Cinco Sabores posee una «afinidad natural» (gui jing) por uno de los cinco órganos «sólidos» Yin y su correspondiente órgano Yang: el sabor dulce influye en páncreas/estómago; el amargo se mueve hacia el corazón/intestino delgado; el agrio tiene afinidad con hígado/vesícula biliar; el picante afecta a pulmones/intestino grueso, y el salado se asocia con riñones/ vejiga.

Los taoístas equilibran sus dietas buscando combinaciones de energías y sabores que resulten favorables y evitando escrupulosamente las combinaciones inarmónicas.  Además, también evitan el consumo excesivo de cualquier tipo de energía alimenticia con exclusión de las demás.  Por ejemplo, el consumo frecuente y excesivo de comidas Yang grasas y «calientes» puede dar lugar a fiebre, ardores, congestión, opresión en el pecho y otros desagradables efectos del «exceso de energía calurosa».  Y, como este exceso de «calor maligno» trata de escapar del cuerpo, pueden aparecer también forúnculos y abscesos.  Demasiada comida picante puede provocar perturbaciones gastrointestinales, perjudicar el estómago y producir hemorroides.  Aún los alimentos más frescos y puros pueden resultar inútiles desde el punto de vista de la nutrición cuando se consumen en combinaciones que perjudican la digestión, causan putrefacción y fermentación, dificultan la asimilación y provocan conflictos en la energía interna.

 

El equivalente científico occidental del equilibrio Yin/Yang en las combinaciones de alimentos es algo que todos aprendimos en la escuela en las clases de química elemental: el equilibrio ácido/básico, o «pH».  Todos sabemos que, si añadimos una medida de ácido a una medida igual de álcali, la solución química resultante es tan neutra como el agua corriente.  De ahí la idea de tomar bicarbonato (una sustancia muy alcalina) para aliviar la «acidez» de estómago.

La correcta combinación de los alimentos tiene una importancia decisiva para la buena digestión y metabolización.  Sin una digestión completa, el cuerpo no puede extraer ni asimilar bien los nutrientes ni siquiera de los más saludables alimentos.  Además, la digestión incompleta y la insuficiente metabolización son las causas principales de la acumulación de grasas y colesterol en el cuerpo.  Una dieta baja en calorías pero compuesta por alimentos sometidos a una excesiva cocción, elaborados y mal combinados, seguirá engordándole y dejando depósitos pegajosos en sus arterias, del mismo modo que una incorrecta mezcla de combustibles deja depósitos de carbonilla en las bujías de un motor, atasca los pistones y produce gases de escape malolientes.  Por otra parte, si los alimentos se combinan correctamente, no importa cuántas calorías ni cuánto colesterol contengan, porque no le harán engordar ni obstruirán sus venas ni sus órganos, especialmente si al menos la mitad de su dieta cotidiana está compuesta por alimentos crudos.

Cuando se siguen las normas de la trofología, no hace falta llevar un fanático control de la dieta, no hace falta contar calorías ni hace falta preocuparse por el colesterol.  Advierta también que no existe cosa tal como un alimento que tenga un 100 por cien de proteínas o un 100 por cien de hidratos de carbono.  Lo que cuenta es si las proteínas o los hidratos de carbono constituyen el principal elemento nutritivo de un alimento determinado.  En términos generales, si un alimento contiene un 15 por ciento de proteínas, o más, se lo considera «alimento proteínico», mientras que un 20 por ciento o más de hidratos de carbono lo hace corresponder a dicha categoría.  Al combinar distintas clases de alimentos, no tiene mucha importancia que una comida a base de hidratos de carbono incluya una pequeña cantidad de proteínas, o viceversa, sobre todo si se acompaña con abundantes verduras crudas que proporcionan enzimas activas y masa fibrosa.

Lo ideal sería consumir una sóla clase de alimento en cada comida.  Basta echar una mirada a la naturaleza para darse cuenta.  Los animales carnívoros jamás consumen sustancias feculentas con la carne, aunque favorecen su digestión y de vez en cuando se purgan ingiriendo hierbas silvestres dotadas de propiedades medicinales.  Los observadores de aves hace siglos que vienen comprobando que los pájaros comen insectos y gusanos a cierta hora del día, y bayas y semillas en otro momento, pero nunca a la vez. ¿Por qué ha de suponer el hombre moderno que su aparato digestivo es tan distinto al de todas las demás especies?”

 

Este aporte taoísta, bien explicado por Daniel Reid en el “Tao de la salud, el sexo y la larga vida”, es bien complementado por la problemática del ritmo alimentario que desarrolla el Dr. Diamond en “La Antidieta”, donde se refiere con amplitud a los ciclos naturales del cuerpo:

¿Qué son estos ciclos? ¡La mayoría de las personas ni siquiera se han enterado de que existen!  Sin embargo, los ciclos fisiológicos han sido estudiados ampliamente por científicos como el sueco Are Waerlan, por T.C. Fry, del American College of Health Science, por el psicólogo Gay Gaer-Luce en sus escritos sobre los relojes biológicos y por miles de investigadores y científicos que se han ocupado de los ritmos del funcionamiento del organismo.  La información proveniente de estas fuentes es la base de nuestra idea de que la capacidad humana para procesar sus alimentos se funda en el funcionamiento eficaz de tres ciclos regulares cotidianos.

Estos ciclos se basan en funciones corporales bastante obvias.  Para expresarlo con la mayor simplicidad posible, digamos que diariamente ingerimos alimentos (apropiación), absorbemos y usamos parte de ellos (asimilación) y nos libramos de lo que no usamos (eliminación). Aunque cada una de estas funciones está, en alguna medida, continuamente en marcha, cada una de ellas  se intensifica durante ciertas horas del día.

 

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         Del mediodía a las 8 P. M.: - APROPIACIÓN (ingestión y digestión)

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De las 8 P. M. a las 4 A. M.:- ASIMILACIÓN (absorción y uso)

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       De las 4 P.M. al mediodía:  - ELIMINACIÓN (de desechos corporales y restos de   alimentos)                                                                  .

Allí donde el condicionamiento cultural impone un horario de comidas diferente, los ciclos se adaptan espontáneamente a la situación y se produce un natural desplazamiento horario.  Para España, por ejemplo, la situación sería, aproximadamente:

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De 14 a 22 horas: APROPIACIÓN

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De 22 a 6 horas: ASIMILACIÓN

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De 6 a 14 horas: ELIMINACIÓN

Nuestros ciclos corporales pueden llegar a resultarnos evidentes con sólo prestar atención a cómo actúa nuestro cuerpo.  Es obvio que comemos (nos apropiamos) durante las horas de vigilia, y si postergamos la hora de la comida, el hambre tiende a ir en aumento a medida que transcurre el día.  Cuando dormimos y el cuerpo no tiene que hacer ningún otro trabajo manifiesto, está asimilando lo que tomó durante el día.  Por la mañana, cuando nos despertamos, tenemos mal aliento y, en ocasiones, la lengua sucia porque el cuerpo está en mitad del proceso de eliminación de lo que no fue usado, de los desechos corporales.

 ¿Notaron, alguna vez, lo que sucede cuando cenan tarde?  Al despertar uno se siente atontado, como “drogado”, porque se ha interrumpido el ciclo de asimilación, que se produce después de que la comida ha salido del estómago.  Fisiológicamente, nuestro cuerpo quiere comer temprano por la noche, de manera que puedan pasar por lo menos tres horas y el tiempo necesario para que la comida salga del estómago , y el ciclo de asimilación pueda empezar a su hora. Como los alimentos no han sido digeridos porque se ha cenado muy tarde, no están listos para ser asimilados. 

 
Han  extendido el ciclo de apropiación  más allá de sus límites y postergado el ciclo de asimilación  extendiéndolo hasta la hora en que el cuerpo quiere estar eliminando. Los ciclos regulares de ocho horas  se han alterado. Como se ha obstaculizado el funcionamiento  natural del cuerpo uno se despierta  «drogado».  De la misma manera, al saltear alguna vez el desayuno, es probable que pueda aguantarse hasta el almuerzo, porque el cuerpo estaba eliminando, y no quería comer.  Sin embargo, pasarse de la hora del almuerzo sin comer sería incómodo, porque entonces el cuerpo ya habría entrado en el ciclo de apropiación y estaría preparado para aceptar alimento.”

 

Éstas son las razones por las cuales Diamond, que también insiste en la necesidad de combinar correctamente los alimentos, propone una suerte de “Escala Energética” para alimentarse desde la mañana a la noche, respetando el orden siguiente:   

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Frutas frescas y jugos de frutas

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Jugos de verduras frescos y ensaladas

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Verduras al vapor, nueces y semillas crudas

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Granos, pan, féculas, legumbres

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Carne, pollo, pescado, lácteos

Éstos son los dos aportes del programa una vez concluida la desintoxicación: la combinación de los alimentos y las pautas de su consumo de acuerdo al respeto de los ritmos naturales.

 

Queda por comentar el tema de los aportes suplementarios como vitaminas y compuestos anti-oxidantes. En el Programa Azul es visto con simpatía la incorporación de estos suplementos debido a su necesidad real en estos tiempos, para nada idílicos. Es muy difícil mantener una nutrición perfecta, capaz de reponer el fantástico gasto de algunos de estos componentes causado por el aumento de la contaminación y el exceso de tensión (estrés) de la vida moderna. Está probado que los anti-oxidantes y otras vitaminas indispensables se consumen exageradamente en las condiciones actuales, y que su déficit acelera el proceso de envejecimiento (por aumento de la oxidación tisular, que daña a las células) y predispone al desarrollo de enfermedades graves. De manera que su incorporación a la dieta en carácter de suplemento es enteramente correcta, ya que ayudan a las enzimas que se consumen con los alimentos frescos y fortifican las defensas.

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